Friday, November 09, 2007

Se había cortado la luz la tarde en que me animé a entrar por primera vez. Pero ya hacía rato que la venía rondando, rodeándola. Pensaba en el contraste casi obsceno, promiscuo, de libros viejos, húmedos, con páginas amarillas, mezclados entre esos otros, recién guillotinados, filosos, que todavía emanaban su fuerte olor a tinta. Parecido a cortejarla. Días y días mirando su vidriera, espiando su interior. No lograba dilucidar el movimiento rutinario. ¿Qué días, qué horas atendía él? ¿Y ella?

Esa tarde la penumbra me incitaba con su atmósfera íntima. Junto con la luz había desaparecido el pudor de violentar las instalaciones, los pasillos y los estantes con mi maculada presencia. De uno u otro modo, la vida es un juego de visibilidades. Y en ese momento yo ya no era casi visible. Quizás de ahí emergiera mi osadía, cansada como estaba de la visibilidad que había ganado en el último tiempo. Imagen de mí, nítida, que me anudaba y que no me dejaba respirar.

Entré. Era jueves. Llené mis pulmones de humedad y polvo. El chico leía a la luz de un farol a pilas que imitaba un sol de noche. Yo en sigilo y él tan concentrado. No me registró hasta que llegué a su lado. Me apoyé en el mostrador, dije: hola. Él controló el sobresalto y me miró a los ojos. No dijo buenas tardes. No dije qué estaba buscando. Seguíamos mirándonos.

Al fin dije: supongo que no es un buen momento para encontrar algo que me guste. No, claro, dijo él. Pero hace rato que se cortó, debe estar por volver de un momento a otro, agregó. Puso un señalador y cerró el libro. Vi que estaba leyendo Crimen y castigo. Me dio vértigo: súbitamente pensé que todos somos culpables hasta que se demuestra lo contrario.

O sacaba pronto un tema de conversación, o me daba la vuelta y me iba. Era evidente que él moría de ganas de seguir leyendo. ¿Habría llegado a la escena de los hachazos? No le pregunté, podría desagradarle que le adelantara lo que iba a pasar. Aunque, también pensé, él ya anticipaba lo que vendría.

Afuera ya se hacía noche y yo todavía no había decidido dónde iría a dormir. Atravesando otra vez la oscuridad de los pasillos, me fui. Rogaba que volviera la luz antes de cruzar la puerta. Pero no vino.

11 comments:

Anonymous said...

oiga, y ¿todo el resto? ¿Borrón y cuenta nueva drástico?

Anonymous said...

D, tanto tiempo!!!!!!

Andrés said...

Perdida en olas de sandías...

No está mal...

AL-JAZERRA said...

un placer su vuelta.
alejandro

Kaitos said...

¡Qué regreso tan ansiado!

¡Y qué manera de dejarnos con la intriga!

¿Qué pasó con ...?

¿Eh?

Besos

Desdichada said...

borrón y cuenta nueva, sí.

pero cómo cuesta.

Un camarero de la Fitzroy Tavern said...

saludos.

sindrome said...

saludos
sindrome

elmozodelacontinental said...

saludos y vuelva pronto
manuel.

andywarhol said...

barbaro
andy

dorothy said...

saludos